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Despacio, niños jugando

Despacio, niños jugando

Despacio, niños jugando. Pienso en lo que te diré mañana. ¿Qué te diré? ¿Qué haré? No lo sé, por eso es que lo estoy pensando. La luna brilla mucho, y me pregunto porqué está tan luminosa si los focos apuntan hacia mí y no hacia ella. ¿Qué es lo que tiene que la hace ser tan especial? Tampoco lo sé. Sólo espero que no se vuelva una costumbre viajar y tocarla, y estar en ella unos días y pasar las noches allá con ella. Porque eso especial que tiene se perderá cuando sea normal viajar a la luna. ¡Bah!, sólo estupideces. 
Mi cigarro está a la mitad, consumiéndose un poco más rápido debido al aire helado que sopla en esta noche solitaria de diciembre. 

Hasta ahorita no he visto ninguno. Hubiera sido bueno que pusieran el letrero diez o quince años atrás. Entonces habría servido de algo. Ahora somos pocos los que volvemos al jardín, no a jugar, sino a pensar y a recordar. 

Todavía no termino de leer el libro. Decidí que era mejor escribir. El año termina, y espero al próximo, para empezar desde el primer día a ser otro. Cambiaré todo, intentando ser igual. Cumpliré las promesas. Soñaré más. Trabajaré y estudiaré más, también. Trataré de no enamorarme pero, ¿valdrá la pena desperdiciar amores casuales? Creo que otra noche me lo tendrá que contestar. 

Ya debo dormir. El café está enfriándose. “La gloria eres tú” va a la mitad y mi cobertor eléctrico debe estar caliente ya. Hasta mañana sueños, hasta mañana vida, hasta mañana amor. Buenas noches. Vete con cuidado, despacio, habemos niños jugando.

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